Glòria G. Simó

Terapeuta diplomada en el Sistema Floral del Dr. Bach. Life Coach. Escritora. Emprendedora.

El médico, Noah Gordon.

Nadie es profeta en su tierra o «not without honor, save in his own country» que dirían los anglosajones y, ciertamente, el proverbio bíblico se cumplió para Noah Gordon con su novela “El médico” publicada en 1986. Con escasos volúmenes vendidos en EE.UU., país natal del escritor, la novela hubiese quedado en el olvido si un editor alemán no se hubiera prendado de ella al leer la sinopsis en el catálogo del editor americano de Gordon y hubiese promovido su difusión regalando 5.000 ejemplares a las principales librerías germanas. Así fue como la obra triunfó en Europa, principalmente en Alemania y España, convirtiéndose en best seller nada más cruzar el charco de retorno a América.

En esta ficción histórica que explora la complejidad cultural y las diferencias religiosas entre cristianos, musulmanes y judíos, aboga por la resolución de conflictos en base a la tolerancia y al respeto, destaca el poder de transformación del autoconocimiento así como la capacidad de cambiar el mundo desde la enseñanza y también desde la educación en la sensibilidad, la compasión y la empatía, el protagonista, Rob Cole, tiene la fortuna de llegar a estudiar en una madrasah de Persia y ser alumno directo del personaje más “real” de la novela, el ilustre Abu Ali Husayn Ibn Abdillah Ibn Sina(Avicenna) nacido cerca de Bukhara en Asia Central —actual Uzbekistán— el año 980 y fallecido en 1037. 

Ibn Sina, en la también oscura médicamente Edad Media, era conocido como el «Príncipe de los Médicos» y en Oriente Medio le llamaban Al-Shaij al Rais o «El Primero de los Sabios” porque, además de ejercer, estudiar y enseñar medicina “moderna”, hasta el punto de que su tratado médico Al Qanun fi al Tibb o el “Canon” en 50 volúmenes fue el que mayor influencia tuvo en Europa desde el siglo XIII hasta el XVIII, destacó como gran filósofo, astrónomo, matemático, teólogo, como precursor de la medicina pre y perinatal, y fue lo que hoy en día consideraríamos un ducho psicoterapeuta.


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